Viernes, 26 de Abril 2024, 10:08h
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En una de las páginas más estremecedoras de Los muchachos de zinc, de la Premio Nobel bielorrusa Svetlana Alexiévich, una madre llega a expresar el deseo de que su hijo, un veterano de la guerra de Afganistán, acusado de un horrendo crimen, no hubiera vuelto nunca de la fallida aventura militar de la Unión Soviética en el país asiático. Viene a decir que la guerra a la que sus gobernantes mandaron a su hijo se lo quitó aunque no lo matara, al convertirlo en un criminal. Esta semana nos traen los lectores el duro relato de progenitores que, por razones diversas, sienten que la sociedad en la que viven los despojó de sus hijos, de la posibilidad de educarlos y de ayudarlos a hacerse un sitio propio en ella. Hay padres que acaso no merezcan serlo; pero no siempre son culpables los que acaban perdiendo a sus hijos.
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