«Pido perdón a todas las víctimas», dice el condenado por el 11M Suárez Trashorras

Leticia Álvarez GIJÓN / COLPISA

ESPAÑA

José Emilio Suárez Trashorras, condenado por facilitar los explosivos para el 11M, durante el juicio
José Emilio Suárez Trashorras, condenado por facilitar los explosivos para el 11M, durante el juicio Efe

El hombre que facilitó los explosivos solicitó acogerse a la ley de eutanasia

06 mar 2024 . Actualizado a las 22:01 h.

«Tenía de todo, ni siquiera era por el consumo; era por traficar con hachís, cocaína con lo que fuera. Le bastaba con ir de aquí para allá… se sentía impune». Lo explica el abogado de José Emilio Suárez Trashorras. Desde el módulo nueve del centro penitenciario de Asturias, donde cumple condena, habla con él de su salud, de su vida en la cárcel, sobre su pasado y su futuro, cuando están a punto de cumplirse veinte años del brutal atentado en Madrid que costó la vida a 192 personas y dejó heridas a casi dos mil.

Colpisa tuvo acceso a esa conversación después de desvelar que el avilesino ha solicitado acogerse a la ley de eutanasia como protesta porque no le dan ningún tratamiento médico ni psiquiátrico. «No me dejan acceder a mis médicos o mis psicólogos», dice. Suárez Trashorras le explica a Marco Suárez, su letrado, que después de veinte años en la cárcel, de estar en aislamiento durante años y de numerosos traslado. «Todo se hace ya tan insoportable que el sufrimiento y el estrés que me acarrea están repercutiendo en mi salud física así que prefiero la eutanasia y morir», señala en la conversación

Es el último trámite iniciado por este asturiano, el español con la pena carcelaria más elevada de la historia tras ser condenado como cooperador necesario de los atentados del 11M a 34.175 años, de los que al menos deberá cumplir cuarenta. Pero no es el único mensaje que envía desde la prisión. En esa charla recuerda a las víctimas del atentado. Asegura que está a su entera disposición. «Les pido perdón por todo lo que he hecho, pero también les pido que me juzguen con perspectiva porque no soy el mismo hombre hoy que el chaval que era con 27 años», argumenta. «Lo siento mucho, es una mochila que me pesa mucho… Es más, me gustaría reunirme con todos y cada uno de ellos para pedirles perdón y explicárselo todo a todos y cada uno de ellos». Recuerda aquel momento de febrero del 2004, hace veinte años, cuando viajó a Mina Conchita y sustrajo los explosivos que después vendería a unos marroquíes a los que conoció por mediación de varios amigos que habían estado presos en la cárcel de Villabona.

Dinamita asesina

Reconoce que su vida se truncó a los 17 años cuando comenzó a flirtear con las drogas. A partir de esas noches de desenfreno, Emilio Suárez Trashorras cambió por completo su comportamiento. Llegó así una espiral de violencia, nuevas amistades y mucho dinero fácil. Conseguir la dinamita, como quedó constatado en la sentencia del 11M, no era difícil para una persona que había trabajado durante años en la mina. Trashorras comenzó a idear la manera de sumar ese negocio al de las drogas. Y lo hizo.

Todo comenzó en el módulo 8 de Villabona en el 2001. Varios condenados por la operación Pipol, una investigación policial que se saldó con veinte detenidos y la incautación de hachís, así como explosivos y detonadores en una cochera de Avilés. Pero la venta más importante fue para otra cosa. Suárez Trashorras suministró a Jamal Ahmidan, El Chino, doscientos kilos de explosivos, y estos fueron empleados para cometer los atentados del 11M. Hoy no niega su implicación en los hechos aunque hace matizaciones: «Facilité el suministro de los explosivos, pero yo no era el máximo responsable de todo eso ni mucho menos, yo no tenía el acceso en exclusiva a ellos». La sentencia lo dice, «varios mineros en connivencia con Trashorras lo recogían en el monte». Pero nadie sabe quiénes son esas personas ni nadie lo ha investigado. «Yo los facilité, yo cobré el dinero por ellos, pero no soy el responsable último», señala.

Veinte años después del atentado, el avilesino, Otman El Gnaoui y Jamal Zougam son los únicos tres condenados por la masacre que continúan en prisión. Trashorras y El Gnaoui como colaboradores necesarios; Zougam, como uno de los terroristas que colocó las mochilas en los trenes de la muerte.

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Una vida marcada por la droga y la necesidad de conseguir dinero fácil

Manga ancha. Coches, motos, un quad… Apunto estuvo de cerrar la compra de un Ferrari. La droga aportó al exminero cantidades obscenas de dinero: «Podía gastar 6.000 euros en quince días», reconoce, pero mientras su papel en el narcotráfico seguía su cauce paralelamente vio la posibilidad de vender explosivos. «Es que vivía todo a tope, pero luego te vas dando cuenta. La noche, los clubes, la coca, la gente que piensas que son tus amigos, pero no lo son... Vas alejándote de tu círculo y ya no hay manera. A última hora no veía más allá que la noche y el tráfico de drogas», dice.