Carta en una democracia amenazada

Odón Elorza EX DIPUTADO DEL PSOE

OPINIÓN

Pedro Sánchez y Begoña Gómez en el Vaticano en octubre del 2020
Pedro Sánchez y Begoña Gómez en el Vaticano en octubre del 2020 Remo Casilli | REUTERS

28 abr 2024 . Actualizado a las 10:48 h.

La alarma ante los peligros que amenazan la democracia ya sonaba cuando Pedro Sánchez ha enviado su carta personal a la ciudadanía. ¿Cuántas veces hemos rechazado el clima de confrontación, incluso entre instituciones, la crispación y las descalificaciones de todo tipo que se han instalado en el Parlamento? En las últimas sesiones de control al Gobierno, celebradas en el Congreso y en el Senado, se había llegado al límite con las acusaciones respectivas de corrupción como elemento central de la vida parlamentaria. Y aunque todas las partes han contribuido con el uso generalizado de la estrategia de echarse basura unos a otros (el «y tú más»), ha sido la derecha quien ha utilizado la desinformación y la propagación de calumnias, convirtiendo el Parlamento en lo peor de una red social.

Claro que, como consecuencia, entre los políticos y también entre su entorno ha habido damnificados. Ahí está el injustificable acoso a Begoña Gómez. Pero no podemos dejar de preguntarnos sobre los efectos de semejante bronca parlamentaria en la convivencia ciudadana, entre la gente de la calle. Más aún en un tiempo en el que la polarización y el sectarismo han alcanzado sus límites.

Considero que es urgente recuperar el Parlamento como un espacio de respeto entre las personas, de escucha y debate constructivo: necesitamos un escenario que apueste por el diálogo. Solo así se podrá contribuir a fortalecer entre la ciudadanía los valores de la democracia. En España arrastramos un déficit de democracia aunque nos digan que vivimos en una democracia plena: lo hay en el poder judicial, en la prensa, en los usos parlamentarios y en práctica de la política.

El Congreso es la institución más representativa de la democracia y el centro de la actividad política. Por tanto, es quien más puede hacer para revitalizar y profundizar la cultura de la democracia en España. Para lograrlo, los líderes políticos del Gobierno y la oposición así como los grupos parlamentarios tienen que seguir comportamientos éticos. De lo contrario, el Parlamento y la función de la política pierden credibilidad y contribuyen a incrementar una sensación de fatiga social ciudadana ante el mundo de la política y el hastío creciente hacia los políticos. En este sentido, la creación de dos comisiones de investigación a la vez sobre el mismo tema —mascarillas y corrupción—, aunque con diferente foco, es absurdo. Su puesta en marcha viene precedida de pronunciamientos previos partidistas y da la impresión de que asistimos a estrategias de contraprogramación por lo que sus trabajos podrían resultar inútiles y sus conclusiones carentes de credibilidad. Llama la atención que ni siquiera se haya planteado la creación de una comisión de investigación conjunta entre Congreso y Senado para investigar un asunto de tanta relevancia. Garantizar el rigor, la objetividad e imparcialidad en el desarrollo de los trabajos de investigación son claves que parecen olvidadas.

El problema que vivimos no se va a resolver con la carta o con la decisión que adopte el presidente Pedro Sánchez. Esa carta no provocará una catarsis. Se requieren compromisos de reformas y un plan de actuaciones concreto en favor de una lucha permanente por fortalecer la democracia frente a quienes insisten en mantener estrategias trumpistas. Por eso Sánchez, entre otras razones, no debe dimitir; si lo hiciera, les dejaría el camino libre.