«Aos 21 anos souben que son un home, foi alarmante e reconfortante á vez»

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA OURENSE / LA VOZ

OURENSE

De izquierda a derecha, Roi Álvarez, Icíar Solache y César Gómez en la charla por el Día de la Visibilidad Trans.
De izquierda a derecha, Roi Álvarez, Icíar Solache y César Gómez en la charla por el Día de la Visibilidad Trans. Santi M. Amil

Roi Álvarez empezó la transición hace seis años y acaba de conseguir su DNI

07 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Casi antes de que Roi Álvarez empezase a hablar, sus compañeras de trabajo del centro de salud ya estaban emocionadas. Este ourensano es un chaval alegre, simpático y mimoso que ejerce de enfermero. Y, además, un chico trans. Tiene 27 años y hace seis que empezó su transición. «Non foi traumático nin quixen destruír o meu pasado, só deixalo atrás para revelar o que tiña dentro», recordó. Superó las dificultades, estigmas y pensamientos autodestructivos para poder ser quien siempre fue. Ahora, ya hasta de forma oficial. «Hai 15 días que teño o meu DNI», celebró con los aplausos de los asistentes.

Roi Álvarez contó su historia en una charla organizada por el grupo de salud del ambulatorio Valle-Inclán-O Pereiro por el Día de la Visibilidad Trans. Empezó por su infancia. Una en la que no había información sobre identidad de género. Aunque prefería heredar la ropa de su hermano que comprarse prendas «de nena», creció en un pueblo y un colegio alejados de estereotipos.

Empezó a definirse cuando descubrió la pasión por el fútbol: «Aí comezou a miña carreira contra o machismo». Se esforzó por demostrar que las chicas pueden jugar en las mismas condiciones que los chicos. Hasta tal punto que acabó en un «búnker psicológico». «Estaba tan metido en demostrar que non tiña tempo para dicir que me gustaban as nenas», contó entre risas.

Ya en la universidad, dijo que era lesbiana. Empezó a buscar referentes de chicas «alternativas» con las que sentirse cómodo para encajar, pero entró en una época difícil. «Anorexia, intentos de suicidio, autolesiones...», relató dando las gracias a los sanitarios que le atendieron en urgencias. En medio de la lucha contra sus «pensamientos autodestructivos», a los 21 años supo que es un hombre. «Foi alarmante e reconfortante á vez», resume. Se lo contó a su pareja, sus amigos, su psicóloga y se informó del proceso. Después fue su familia, cuya reacción era la que más temía pero asume que «foi moi afortunado». Fue más complicado en el trabajo, porque al ser enfermero cada turno rotatorio cambiaba de compañeros a los que se veía obligado a dar explicaciones todos los días.

Entre todo el proceso, Álvarez resaltó que hay que estar preparado para el duelo de despedirse de uno mismo. «A min axudoume escribir, fixen una carta de despedida», recordó. De forma natural, se dejó paso y pudo expresarse como se sentía. El ourensano celebró las mejoras legales con la nueva ley trans, aunque asegura que todavía «estamos moi lonxe de acabar a igualdade e queda moito camiño por diante».

«O máis violento foron as probas psicolóxicas», relató un padre sobre el proceso de su hijo

«A transición tivémola que facer nós porque o noso fillo sempre foi un neno». Así resumió César Gómez la historia de su hijo. Este padre ourensano participó en la charla en el Espazo Xove de la ciudad pasando a ser ponente después de meses siendo quien buscaba información porque su hijo, ya con menos de tres años, le dijo que era un niño.

«De neno asumía roles ou xogos considerados como masculinos, pedía a coroa de rei e cando viu espido ao seu irmán viu que algo non coincidía», relató. De los tres a los seis años pasó una etapa de silencio por «non atopar o que lle pasaba». César y su mujer tampoco lo sabían: «Por descoñecemento, confundíamos a identidade de xénero ca orientación sexual». Además, pensaban que era muy pequeño para darse cuenta de su identidad. Pero su hijo hablaba claro: «Verbalizou que quería ser quen era e non vivir nunha mentira». Entonces, le facilitaron todas las herramientas y lo acompañaron, pese a los momentos de miedo al rechazo social. Dentro del proceso médico, recuerda que «o máis violento foron as probas psicolóxicas e psiquiátricas porque o cuestionaban». El propio equipo médico reconoció que tenía poca experiencia. Conocieron la asociación Arelas, de familias de menores trans, y su hijo se empoderó. «Foi importante o apoio da familia e a contorna segura a nivel escolar e na sanidade pública», continuó. Gómez celebró por encima de todo que su hijo sea un niño sano y asumió que no hay una receta para este proceso, solo la «actitude de deixar ser».

El servicio de Endocrinología del CHUO administra el tratamiento hormonal

Los testimonios personales se acompañaron de la parte médica, con la endocrinóloga del CHUO Icíar Solache. Su área es la que administra los tratamientos de hormonas a las personas trans, aunque participan numerosos servicios. Trabajan con hematología, otorrinolaringología, urología, medicina preventiva o psiquiatría, donde las patologías en personas trans son más frecuentes.

Recalcó que ellos juegan el papel que cada uno decida. «Para algunas personas, identificarse con un rol de género y cambiar su papel social es suficiente, no quieren tratamiento», explicó. Solache defendió que todavía quedan mucho por avanzar hasta que esté totalmente normalizado que «hay mujeres con pene y hombres con vulva». Para ello, hay que «despatologizar» al colectivo: «No es una enfermedad, es una autodeterminación».

Los propios equipos médicos tienen el papel fundamental de dar toda la información necesaria antes de iniciar cualquier tratamiento para que no haya ningún error. «Hay que darles una idea realista del cambio, explicar que el tratamiento es progresivo e informar de los riesgos», detalló. Y también hacer un seguimiento adecuado de cada caso, que, según Solache, muchas veces no lo es.

Todo este trabajo empieza por crear un entorno seguro en los hospitales y ambulatorios. «El nombre elegido y sus pronombres deben figurar en su historial y hay que darles la intimidad que necesiten», argumentó.

La sanitaria nombró también los casos de arrepentimiento, cuyo porcentaje es «muy bajo». Al tratarse cada vez más casos, explicó, es lógico que suba también el de personas que se arrepienten, pero «no justifica que por ellos se deje de beneficiar a la mayoría».