Olimpia cuenta el secreto para llegar así a los 100 años: «Cada vez que hace bueno me escapo a la playa con mis nietos»

MONTEDERRAMO

Miguel Villar

La ourensana sale cada día a la calle y disfruta de los placeres de la vida: su familia, la playa y la comida. Es una mujer moderna y optimista

11 may 2024 . Actualizado a las 11:55 h.

Si algo caracteriza a Olimpia González (Ourense, 1924) es su actitud, siempre alegre, dispuesta y optimista. Tiene cien años que ha exprimido como si fueran trescientos y que solo se le notan en la pérdida de agilidad y movilidad en las piernas. «Me he apuntado siempre a todo. De hecho, creo que hay poca gente que pueda decir que se ha movido tanto como yo», confiesa. «Hasta que me fue posible iba a todos los viajes del Imserso, me recorría también los balnearios con mis amigas y, en general, no paraba quieta», añade. Esas ganas de actividad siguen estando presentes en ella. De hecho, su plan favorito es disfrutar con su familia, sea donde sea, pero confiesa que la playa es su debilidad: «Me encanta el mar. Cuando mis nietos eran pequeños me los llevaba a Playa América todo el verano y ahora, cada vez que hace bueno, nos escapamos para allí».

La ourensana, nacida el 18 de abril de 1924 en Vigueira, una pequeña aldea del municipio de Montederramo, ya no cocina, pero sí disfruta como una niña de la comida. «Me gusta todo, cualquier cosa que me hagan me entra bien. Tanto me da que sea una tortilla francesa que unas patatas guisadas, la comida es siempre un placer», afirma ella, que se confiesa golosa. Es una mujer coqueta, que no perdona su visita semanal a la peluquería, en donde la quieren como si fuese de la familia. «Hasta le celebraron el cumpleaños», dice su hijo Juan Carlos. Le encanta leer, jugar a la brisca, hablar por teléfono y salir a la calle. «Si hace buen tiempo, yo no quiero estar en casa», admite.

«Es una adelantada a su tiempo, humilde, valiente y con un corazón de oro. Tiene la capacidad de adaptarse a todos los cambios y es un orgullo llamarla mamá», asegura su hijo. Olimpia ha dejado el ganchillo y la costura, a los que dedicó gran parte de su vida, y ahora prefiere salir a tomar el aire, disfrutar de un café en una terraza, o simplemente ver un poco la televisión en compañía de su hijo y de su nuera. «Aunque lo que más hago es galbanear y descansar», añade. Eso sí, siempre cerquita de los suyos. «Mi motivación es mi familia. Creo que el entorno influye directamente en quiénes somos y en cómo estamos, y yo estoy rodeada de muy buenas personas. Nos llevamos muy bien y disfrutamos del tiempo juntos», admite.

Olimpia estrenó el adjetivo de centenaria hace apenas unas semanas y lo lleva de maravilla. Le encanta vivir. Lleva cien años disfrutando de cada día, y la verdad es que está estupenda. «A mí me gusta cumplir años, especialmente porque me siento bien y todo lo que me pasa es bueno», asegura la ourensana, que creció en Montederramo hasta que con 21 años se marchó a Barcelona para cuidar de su cuñada. «Estaba delicada de salud y yo me ofrecí a ayudar a mi hermano», recuerda. Su vida está llena de trabajo, pero también de pasión.

ALMA DE EMPRENDEDORA

En la capital catalana estudió Corte y Confección y regresó a su tierra ocho años después. Aquí la esperaba enamorado Juan Vázquez Lamelas. «El día antes de irme a Barcelona estuve hablando con él, y me pidió que le escribiese cartas. Cuando volví a Montederramo, me lo crucé y me reconoció. La verdad es que, después de tanto esperar, todo fue muy rápido entre nosotros y nos casamos en menos de un año», confiesa. En 1953, Olimpia y Juan se dieron el sí, quiero. Y volvieron a separarse, esta vez por cosas del destino y de manera puntual. «Nos queríamos ir a Venezuela a buscar un futuro mejor. Cuando quedaba poco para el viaje descubrimos que él no podía venir por sus problemas de varices, así que me fui sola por el bien de los dos», recuerda. Esa fue una de sus grandes aventuras. Tardó 18 días en barco en llegar a Latinoamérica y volvió a Galicia en el 59, ya con la intención de montar su propio taller de confección. Se estableció junto a Juan en el municipio ourensano de Montederramo y allí formó a muchísimas modistas de la provincia. «Todas las que querían aprender a coser, pasaban por mi obrador», dice.

En 1962 tuvo a su único hijo, Juan Carlos. Se quedó viuda cuando este estaba estudiando la carrera en Santiago, así que se trasladó junto a él a la capital gallega. «Desde entonces ha vivido siempre conmigo», cuenta el hijo de Olimpia. Al terminar la universidad se mudaron a Ourense, donde la centenaria siguió trabajando de modista y formando a nuevas costureras. En la ciudad nacieron sus nietos, Laura y Borja, que son su mayor orgullo. «Me encanta pasar tiempo con ellos, que me cuenten sus cosas, y yo también contarles mis historias», dice. Y es que Olimpia es una mujer muy dicharachera. «En casa habla hasta con el gato y no veas cómo corrige a los políticos cuando salen por la tele», confiesa su hijo.