Cuando los hombres araña asombraban a Vigo

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Arquivo Pacheco

Escalatorres españoles y portugueses coronaban hace un siglo los edificios más altos de la ciudad

11 may 2024 . Actualizado a las 02:10 h.

A comienzos del pasado siglo, los gallegos se asombraron con los alardes acrobáticos de un granadino llamado José Puertollano, que se dedicada a escalar grandes edificios por toda Galicia. Aquel hombre llegó a ascender hasta la aguja de la Torre del Reloj de la catedral de Santiago en 1909. Alternaba sus temerarias exhibiciones con trabajos verticales, como la instalación de un pararrayos en lo más alto de una catedral o el que realizó en Vigo en mayo de 1917. Las autoridades eclesiásticas le encomendaron cambiar la veleta de una de las torres de la colegiata. Un año antes, Puertollano, cuyo hijo le seguiría en el desarrollo de esta habilidad, reparó el pararrayos de la fábrica de electricidad de la compañía viguesa La Electra Popular, situada entonces en la actual calle de García Barbón.

Aquellos intrépidos aventureros fueron denominados escalatorres, hombres mosca, hombres araña e, incluso, hombres mono ya que, en la mayor parte de los casos, ascendían, empleando solo sus manos y sus pies.

En la década de los años veinte se hizo famoso en toda España el portugués Néstor Lopes. Estuvo en Vigo en octubre del año 1922. La prensa viguesa le denominó hombre mono tras verle ascender por la fachada del edificio Bonín, en O Areal, y auparse a lo más alto del Hotel Moderno, en la Policarpo Sanz. Regresó en 1925 para repetir el ascenso al Moderno, aunque para entonces utilizó una cuerda. Aseguran las crónicas que ascendió en un minuto y que arriba, realizó arriesgados ejercicios. A su ayudante le llamaban «El hombre plomo». En 1926, Néstor Lopes ofreció un trabajo menor de equilibrios en el parque recreativo Las Cabañas, principal centro de ocio popular en el Vigo de entonces. Ese año fue especialmente trágico para los escalatorres ya que fallecieron dos, de nacionalidad portuguesa, en otras dos localidades españolas.

A finales de enero de 1931 llegó a Vigo el alemán Hermann Becker, protagonista de las imágenes que ilustran este reportaje. Unas semanas antes, había trepado por la catedral de Santiago, emulando a Puertollano, y la fachada de la Peregrina, en Pontevedra. En Vigo, escaló el edificio Pardo Labarta, en la Porta do Sol. Sus aventuras fueron grabadas en una película que se exhibió por aquella época en toda Galicia. Ese mismo año, pasó por Vigo el portugués Massa Vaz para escalar el Teatro García Barbón.

Especial mérito tuvo el luso Antonio Sousa, que el 27 de mayo de 1934 ascendió por la fachada de la actual concatedral con los ojos vendados. Un año antes, Antonio Sousa se desplomaba desde siete metros de altura cuando escalaba la fachada del Concello de A Coruña. A Vigo llegó acompañado de su esposa, la española María Estévez. No solo subió con los ojos vendados sino que realizó escalofriantes ejercicios de acrobacia, acompañado de su esposa. «Entre las dos torres de la colegiata, María Estévez, presa con los dientes de Antonio Sousa, giró a una velocidad de 150 vueltas por minuto», escribía un periodista de El Pueblo Gallego.

Tanto escalatorres llegó a Vigo que un joven vigués, Antonio Silva, emuló a los espontáneos taurinos y, ayudado de una cuerda, escaló el Teatro García Barbón.