Chiara Ferragni, el ocaso de la ambición rubia

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SARAH MEYSSONNIER

Durante 15 años fue la «influencer» más poderosa del mundo. Su nombre era sinónimo de éxito, hasta que un dulce se le atragantó, amargando incluso su matrimonio

07 mar 2024 . Actualizado a las 15:55 h.

Nos maravillan las historias de éxito, pero también nos atrapan las de un fracaso. Un descenso a los infiernos tras saborear la gloria. Más todavía cuando el final de este descalabro parece lejano y su protagonista lucía perfecta. La despedida del 2023 se le atragantó de una forma inesperada a Chiara Ferragni (Cremona, 1987) cuando su reinado en Instagram y en el mundo de la moda parecía no tocar techo. Su historia con el pandoro, un dulce tradicional de la Navidad transalpina, ha dado la vuelta al mundo y tiene cola para largo. La falsa iniciativa solidaria, o al menos, no tan solidaria como vendían ella y la empresa Balocco, ha abierto la caja de Pandora.

Tras una multa de un millón de euros por dar a entender que parte de los beneficios obtenidos por la venta del bizcocho, cuyo precio se triplicó con el logo de la empresaria, irían para el Hospital Regina Margherita de Turín —la donación, de 50.000 euros, se hizo de forma previa y hasta saltar la polémica las ventas superaban el millón— se ampliaron las sospechas. La Fiscalía de Milán investiga colaboraciones previas aparentemente caritativas, como las que mantuvo con las galletas Oreo, en principio, para la lucha contra el coronavirus; con unos huevos de Pascua de Dolce Preziosi y con las muñecas Trudi, que sacó una colección inspiraba en la empresaria.

Mientras la investigación sigue su curso, y ha motivado la aprobación de una ley en Italia para vigilar y penalizar estas prácticas comerciales, la conocida como ley Ferragni, el juicio mediático no se hizo esperar. Ni el anuncio de la donación de un millón de euros al hospital de Turín ni su perdón vestida de chándal insistiendo en que había sido todo un «error de comunicación» han conducido a su expiación.

También Fedez

Acostumbrada a sumar desde hace 15 años, cuando empezó su aventura con el blog The Blonde Salad (La ensalada rubia), desde diciembre ha perdido 200.000 seguidores en Instagram. Pueden no parecer muchos para una persona que cuenta con 29,4 millones de fieles, pero la credibilidad es la principal arma de estas estrellas del me gusta. Ferragni no ha vuelto a compartir fotos promocionales de otras firmas, una de sus fuentes de ingresos. Solo postea sus propias marcas. Mientras, Safilo, Coca-Cola o Cartiere Paolo Pigna, una empresa de papelería, han suspendido sus colaboraciones. De forma paralela, los ataques, tanto físicos como virtuales, se han sucedido. En Roma, pintaron un «ladrona» en la fachada de su tienda y en su Instagram han suspendido los comentarios. Y, cuando lo fácil es tomar distancia para evitar ser salpicados, su marido, el compositor, empresario y rapero Federico Lucia (Milán, 1989), más conocido como Fedez, también la ha dejado. Ya no vive en el piso que estrenaron a finales del pasado año.

La familia Ferragni.
La familia Ferragni. -

«Estamos en una crisis, ya las hemos tenido en el pasado. Aunque esta es un poco más fuerte», confesó el pasado domingo en su primera entrevista en directo en televisión. Fue solo unos días después de salir en el Corriere della Sera y en prime time, en un programa que es un clásico en su país, Che Tempo Che Fa. Un interrogatorio amable, y posiblemente pactado con el presentador, Fabio Fazio, en el que Ferragni volvió a reivindicar su «buena fe», su imperfección y alegó que no hay aún una ruptura definitiva con el padre de sus dos hijos, Leone y Vittoria, tras ocho años juntos, una boda de cuento en Noto (Sicilia) hace un lustro y dos exitosas temporadas de Los Ferragnez, la docuserie sobre sus vidas que emite Amazon Prime. «Han sido dos meses y medio muy duros en los que me vi en medio de una marea de odio. Se tiende a pensar que alguien como yo estaría preparada, pero nadie te prepara para la violencia de esos ataques», dijo la italiana en la televisión. Las mismas redes que la catapultaron le dan la espalda.

Chiara, que ha anunciado medidas legales contra la Autoridad Garante de la Competencia y del Mercado italiana por una sanción que considera desproporcionada, así como contra las firmas que rompan sus contratos, ha recurrido a una consultora especializada en crisis de reputación, Community Reputation Advises, y que tiene a Standar & Poors, el Juventus de Turín o la empresa del puente que se derrumbó en Génova, Atlantia, entre sus clientes.

Después del mutismo en Instagram cuando saltó la polémica, y de perderse todas las semanas de la moda, desde la de París a la de Milán, no se sabe si por decisión propia o ajena, la estrategia ahora es mostrar su cara amable. Muchas fotos y stories con sus hijos y también con sus hermanas, Francesca y Valentina, convertidas en influencers, con especial éxito la segunda y más pequeña de las hermanas; con su madre, Marina di Guardo, que ha descubierto su vocación como escritora de novela negra tras la fama de su primogénita, y con buenas amigas, como Alice Campello, casada con el futbolista Álvaro Morata.

«Piensan que estaría preparada, pero nadie te prepara para la violencia de estos ataques»

En Italia son muchos los que piensan que la separación con Fedez es otra parte de esta estrategia de blanqueamiento. Un último intento para que la atención no se centre en los problemas con la justicia de la empresaria y, al mismo tiempo, que la reputación del cantante de La dolce vita no se vea afectada por la suerte de su mujer. Fedez, que superó un cáncer de páncreas, está implicado con diferentes dolencias, como la depresión y la salud mental, para las que también ha dado importantes donativos. En una de sus últimas apariciones, muy serio, negó la idea de una cortina de humo, anteponiendo el bienestar de sus hijos. Por otro lado, la prensa local ya se ha hecho eco de las diferencias entre Fedez y el mánager y amigo de Chiara, Fabio Maria Damato. Mientras, las fotos de familia feliz siguen colgadas en la cocina que la empresaria se encarga de fotografiar y grabar para sus seguidores. En la entrevista de televisión llevaba puesto el anillo de casada.

La chica de cremona

«Mi historia es la de una chica que tenía un sueño y creía de verdad en él», contó en sus inicios la prescriptora para The Hollywood Reporter. Lo cierto es que Ferragni, que empezó con su blog en el 2009 tras abandonar los estudios de Derecho, se convirtió en la influencer de moda más poderosa del mundo. Según Forbes, en el 2022 sus negocios superaban los 30 millones de euros. Su caso incluso fue estudiado en Harvard.

 
 
 
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Parece lejano, pero hubo un momento en el que su nombre era sinónimo de triunfo. Tod's la fichó para su equipo y consiguió salir de los números rojos. Ha sido imagen o embajadora de Bulgari, Lancôme, Chanel o Dior, pero también de los relojes Hublot (del grupo LVMH, de Louis Vuitton entre otras marcas), BMW o Nespresso. Chiara tiene además sus propias líneas de ropa, bolsos, complementos, maquillaje o material escolar. Incluso colecciones de ropa infantil con la textil Monnalisa.

En juego no solo está su imagen, sino un imperio, el que sustentan sus compañías TBS Crew, Fenice y Sisterhood y que le ha permitido comprar su nueva casa de Milán o Villa Matilda, en el Lago Como, cuyo nombre es un homenaje a su perra recientemente fallecida y que ejerció como cupido entre ella y Fedez.

Los rumores de crisis comenzaron, en realidad, desde el beso que el cantante se dio con otro intérprete en el festival de San Remo de hace un año, donde Chiara era una de las presentadoras. La primera ministra, Giorgia Meloni, fue una de las personalidades más duras con la influencer tras el conocido como Pandoro Gate. Una crisis en la que los más suspicaces ven la mano negra del lobby conservador. La empresaria aprovechaba su popularidad para transmitir mensajes feministas o en favor de colectivos como el LGTBI. Por delante tiene un reto. Que en universidades como la norteamericana no solo sea un ejemplo de ascenso, también de levantarse tras una caída.